MIRANDO EL MAR, CONTEMPLANDO LA VIDA

Contemplar el mar es como contemplar la inmensidad de la vida. Al lado del mar mi mente se vacía de pensamientos y puedo dejar de estar presa de mi cabeza. A veces contemplamos el mundo como si éste estuviera empeñado en defraudarnos, le recriminamos una y otra vez el hecho de que no se ajuste a nuestras expectativas, nos creemos el centro de todo y las únicas víctimas del planeta. Una desgracia justifica que nos encerremos a cal y canto en nosotros mismos. “Me acostumbré. Es difícil no creerse superior cuando uno sufre”, escribe Marguerite Yourcenar en Alexis o el Tratado del Inútil Combate. Pero ante el mar me es imposible creerme el ombligo del mundo. Me siento pequeña, percibo claramente que la vida es mucho más de lo que yo puedo entender. Y amo el mar, amo el mundo, estoy más cerca que nunca de amar lo que es. “Todo aquello que sucede en cuanto puedo decirle sí se convierte en una fuerza; en cuanto lo rechazo o lo perdono quedo débil, me pongo por encima y a la vez quedo pequeño”, afirma Bert Hellinger. Mirando el mar este resulta más fácil. Es un sí que me aleja de mi poder adquirido a través de la queja y el sufrimiento, un sí que me permite dirigir mi energía hacia la acción. Pasa sobre todo por valorar lo que hay y no lo que falta, por apreciar las cosas tan simples como el mero hecho de que estoy vivo.



Comentarios

  1. "Estoy tendido en la playa, las olas centelleantes proyectan un resplandor azulado en mis ojos que sueñan. La brisa, mar adentro, agita su abanico... El asalto regular de las olas, exaltador, arrullador, llega hasta la orilla lavada por la espuma... ¿o hasta el oído?. No sé. Lo cercano y lo lejano se confunden, dentro y fuera se deslizan uno en otro. El latido de las olas se hace cada vez más próximo, cada vez más intimo. Su pulsación resuena en mi cabeza, más allá de mi alma, a la que abraza y engulle, mientras se derrama en el exterior en forma de olas azules. Si, fuera y dentro no son más que uno, el universo aflora en el alma y el alma se disuelve en el universo. Nuestra pequeña existencia se sumerge en un gran sueño, el de la cuna, el de la tumba, el de la casa que dejamos por la mañana y recuperamos pro la noche. Nuestra vida es esta breve odisea, esta arca lanzada sobre las olas de la unidad originaria de surge y adonde regresa. Azul, ondula el mar infinito en el que la medusa sueña esa vida primitiva hacia la que nuestra intuición desciende de nuevo de edad en edad, a través de las aguas oscuras de la memoria"
    Karl Joël, filosofo alemán (1864-1934)

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  2. Me parece un texto precioso y no conocía este filósofo alemán que además me parece un poeta. Sin duda el mar resulta inspirador. Me decía una amiga justamente en la playa el otro día: "El mar te limpia de energías negativas, la montaña te llena de energía". A mí me purifica por dentro y por fuera. Me devuelve el gusto por la vida cuando el exceso de obligaciones me ha hecho olvidar el placer de vivir.

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  3. Yo tampoco conocía a Karl Joël, y por lo que he investigado no hay ninguna traducción suya. Este texto lo encontré en un libro de Michel Hulin que a su vez menciona que es una cita de C.G. Jung en su obra "Simbolos de transformación".

    Hulin utiliza este fragmento de Joël como frontispicio a al capitulo "El oceano interior" de su libro "La mística salvaje" (editado por Siruela).
    Recomiendo vivamente su lectura, y para ello me remito a la nota editorial en su contraportada, que reproduzco a continuación: "Aunque sean abundantes los estudios consagrados a lo largo del último siglo a la mística religiosa, ha sido muy escasa la atención prestada a aquellas formas de experiencia que, sin adscribirse a ninguna tradición religiosa particular, parecen merecer indiscutiblemente la consideración de «místicas». Una mística, pues, de difícil definición, ajena a la ortodoxia, y que Michel Hulin califica de «salvaje». Se trata de experiencias con frecuencia súbitas, inesperadas, que aparecen incluso en personas ajenas a toda preocupación religiosa: una repentina sensación de comunión espiritual con la naturaleza, la entrada en una realidad atemporal provocada por un recuerdo de la infancia en principio tal vez intranscendente, la fugaz percepción de un olor o un sabor... modalidades diversas de enfrentamiento inesperado con una realidad numinosa que procura la vivencia de un «sentimiento oceánico» ajena al universo religioso y que nos sitúa fuera de las coordenadas habituales de la realidad cotidiana."

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  4. Me conmueve profundamente este texto y buscaré el libro. La descripción de este "sentimiento oceánico" dibuja bastane bien algunas de mis vivencias tanto frente al mar como en otros momentos incluso de lo más cotidianos en los que me parece percibir el pulso invisible del tiempo. Gracias

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Si te conmueve este texto te gustará el libro, sobretodo su tercer capitulo.
    Yo lo he acabado el pasado fin de semana y es de aquellos que dejan poso.
    Ya me contaras

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