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Mostrando entradas de 2015

NO ESTOY SOLO

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Miguel la miró y acarició la melena rubia de su nieta como si estuviera pudiendo tocar el paso del tiempo y el misterio que encierra, su poder para transformar los rostros, los cuerpos, las familias, las sociedades, el mundo. En las yemas de sus dedos podía sentir el pulso de todas generaciones que habían podido proporcionar ese atractivo tono de cabello, esa sonrisa maravillosa y abierta que adoraba... Cuando la miraba veía a su mujer, veía a su hija, se veía a él.  -¿Dónde está mi madre?-, preguntó la adolescente que tenía prisa. -Se la han llevado a hacerle unas pruebas, ya no tardará. Está muy cansada, ha perdido sangre, pero se recuperará pronto. -Abuelo, me gusta este niño. Me da buen rollo. ¿A ti qué te parece? -A mí también me gusta. Me gusta mucho. -Tengo ganas de contarle historias, de llevarlo a jugar al parque, de perseguirlo… Ahora es aún un bastante aburrido. -Tengo tan vivo el día en que naciste que no entiendo cómo han podido pasar tan rápidamente, sin

TESOROS ESCONDIDOS

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En vez de buscar la felicidad –una meta– conviene sacarle jugo a lo que va llegando. Disfrutar del trayecto más que de alcanzar un destino. Hay personas que han desarrollado esa preciosa capacidad de amar y abrazar el presente sea cual sea la cara que muestre. Permanecen en él sin intentar cambiar nada pero aportando lo que pueden. Aceptar la incertidumbre y asentarse en ella es la única forma de traspasarla.  Tengo una amiga que posee una confianza ciega en la vida que para muchos no tendría justificación. Es madre de dos hijos gemelos, uno de ellos con parálisis cerebral. Los ha criado sola porque su marido la abandonó y poco después falleció. Cuando eran pequeños pidió ayuda a los servicios sociales y en un momento dado se la quitaron. Me cuenta: «Salí de los servicios sociales y mirando al cielo dije: ‘Gracias por evitar que me siguiera conformando con esta miseria. Id pensando en algo porque yo me voy a desayunar y con eso me gasto todo el dinero que me queda’. Al terminar el ca

HUIR HACIA LA NADA

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Contemplaba el bebé embelesado. No se atrevía ni a respirar para así congelar mejor ese momento en su memoria, en su corazón, en su cuerpo... Guardar todas las sensaciones, imágenes y pensamientos que despertaba. Observaba cada detalle de su piel blanca y fina. Una piel que, sin haberla tocado, se adivinaba suave, demasiado sensible y sin ninguna protección. Tenía unas piernas muy delgadas que quedaban dobladas como un renacuajo creando unos dulces y atractivos pliegues, unos surcos llenos de frescor. Le fascinaba el perfecto dibujo de sus ojos almendrados, sus largas pestañas siendo todo él tan pequeño y sin aún haber visto nunca la luz del sol. Gesticulaba con la boca poniendo los labios en forma de beso mientras dormía plácidamente en la cuna del hospital. Se moría de ganas de acariciar esos piececillos, tan perfectos. Ahora parecía imposible pensar que irían deformándose con el paso del tiempo y el peso de andar por la vida: juanetes, duricias, callos... Ahora en cambio las uñas

EL TIEMPO

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El tiempo. El tiempo es todo lo que tenemos. Intangible y a la vez visible en cada gesto, en las arrugas de cada rostro, en el cuerpo que se ablanda, que se curva... ¡Bendita memoria que nos permite viajar a través de los años recuperando lo vivido! Si no fuera por ella, ¿qué sería de nosotros? ¿Qué sería de mí hoy que siento haber vivido lo mejor que había reservado para mí en esta vida? Pero esta nostalgia de lo pasado no es nueva. Como me decía el Dr. Devroede, debe ser una melancolía sistémiva, porque recuerdo con tan sólo cuatro años ya lamentaba no tener la capacidad de congelar los buenos momentos y detenerme en ellos para siempre o al menos a voluntad. Me negaba a aceptar que estos una vez saboreados o no, se desvanecen inexorablemente para siempre.  El tiempo es como un río que nos arrastra hacia la muerte, hacia lo desconocido, hacia ninguna parte y escribir me consuela. Es mi forma de construir diques para recoger esos instantes de la vida que siento que se