ESPALDAS BELLAS

La primera vez que quedé cautivada por la belleza de una espalda fue en el Museo Rodin de París donde, entre las muchas esculturas llenas de vida y sensualidad que alberga este precioso recinto, llamó especialmente mi atención la de una mujer cuya espalda se desvanece hacia adelante dejando al descubierto las curvas de sus omoplatos, conformando su columna un río lleno de recovecos que llega hasta las caderas y muere en las nalgas. En mi fantasía esta mujer acaba de hacer el amor y ha sido presa de la melancolía mientras su amante la contempla sin conseguir penetrar en ella más de lo ya hizo. Me conmueve profundamente. Muy distinto es el sentimiento que despierta la espalda de Gala pintada por Dalí mirando un espejo invisible. Gala, a pesar de estar de espaldas, contempla el mundo de cara llena de fuerza, dignidad e incluso orgullo. Para mí está lejos de la inocencia y la capacidad de sorpresa del óleo conocido como "Muchacha en la ventana", una muchacha cuya mente se pierde en el horizonte buscando en la belleza del paisaje y encontrando consuelo en el apoyo que le ofrece esta maravillosa ventana. Mirar sin mirar, contemplar sin ver, apearse del tiempo y el espacio para sumergirse en un mundo interior lleno de parajes nuevos que a la vez se antojan familiares y parecen un dejà vu. Es seguramente el punto que tienen en común estas mujeres que dan la espalda al mundo.

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