UN PASEO POR EL CIELO

Esta noche, como otras tantas noches últimamente, no podía conciliar el sueño y me has venido a la cabeza. No es algo nuevo. Me acompañas siempre. Pronto hará un año que te fuiste y muchas partes de mí que tú nutrías y mantenías vivas siguen huérfanas y yermas, pero me sigues susurrando al oído continuamente lo que te viene como cuando estábamos juntas, esté donde esté, en cualquier momento y en cualquier circunstancia. A veces resulta de lo más surrealista, como si tuviera otro yo que me observara desde lejos para darme una nueva perspectiva de mi vivencia. Lo haces con esa ironía que te caracterizaba y esas ganas de encontrarle la punta a todo con esa parte de niña traviesa y gamberra que siempre estaba presente en ti
-¿Has visto ese tío? ¡Qué feo! 
-Silvita, nena, se te está pasando la vida detrás de la pantalla del ordenador y ahí fuera está la preciosa primavera. ¿Esta también te la vas a perder? ¿Te acuerdas de cuando no venías a la playa con Sara y conmigo porque tenías trabajo? Pues ahora ya no va a poder ser... Los cerezos están en flor, hace un sol radiante y el mar está maravilloso... ¡Cuánto echo de menos la playa y el verano! Silvita, disfruta que esto es muy corto. 
-Jua, jua, jua... ¿Pero cómo pierdes el tiempo y la energía con esto, mujer, si es en realidad una idiotez? 
-¿Has llamado a Sara para darle un beso? 
-Escribe, por Dios, Silvita, escribe. Si no lo haces, dejaré de ser tu amiga como te dije". 
¡Cuánta falta me hace tu profunda frivolidad, tu capacidad de disfrutar de todo! A veces fantaseo que me doy una vuelta contigo por el cielo y que resulta tan genial como cuando caminábamos por la calle Sant Andreu para ir a merendar chocolate caliente con churros o cuando estábamos en la cocina de tu casa saboreando tu último pastel y tu dulce té. ¿Si vengo por el cielo, será lo mismo que antes, Eva? Podré abrazarte, sentir tu maravilloso olor, contemplar tu elegancia desenfadada, tu sensualidad, escuchar tus relatos desternillantes llenos de detalles hilarantes... 
Eva, no sé hacerlo mejor y me duele admitirlo, aunque sigo agradecida de estar aquí. Te echo de menos. Algunas partes de mí han muerto contigo. Pero también siento tu fuerza, tu aliento y tu risa al oído. 

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