LO BUENO DE LO MALO

¿Existiría la cenicienta sin su cruel madrastra? ¿Qué sería del cuento de los tres cerditos sin un lobo feroz? ¿Habría un héroe sin una aventura que superar o un obstáculo a vencer? Cualquier relato, cualquier guión de vida resultaría insulso sin al menos un episodio que generara cierta incertidumbre, tensión, miedo, dolor... Se puede dudar si uno es el protagonista, pero no si se es el lector.

Cuando era pequeña y oía al final del cuento aquello de "fueron felices y comieron perdices", me tranquilizaba, sí. Pero ahora sé que para que fuera posible debería pararse el tiempo, la vida, sólo así la pareja podría sentir siempre el amor y la felicidad con la misma intensidad que albergaban en ese momento. Situémonos por un instante en ese lugar donde las personas sólo pueden contemplarse como justas porque otras parecen no serlo, un escenario donde los comprensivos no tienen sentido sin los desaprensivos... Todo ello con una simple intención: explicar que si la vida estuviese exenta de conflictos probablemente sería imposible el progreso y no se ofrecería a la humanidad la oportunidad de desarrollar nuevos recursos para superarse y dar un paso más allá. Todo con el objetivo de explicar que es inútil obsesionarse por etiquetar todo lo que hacemos y todo aquello ocurre como bueno o malo. La realidad es mucho más. En la vida no existe la luz sin la oscuridad. Ante un suceso incómodo, la persona se repite una y otra vez: esto no debería haber ocurrido. Y se rebela contra ello. Pero para poder empezar a plantearse una posible una solución lo primero es aceptar aquello que es. Puede ser útil preguntarse: «¿qué puedo aprender de esto?». Dar ese paso requiere la voluntad y también la humildad de salir de una prisión cuyos barrotes construye nuestro ego, nuestros pensamientos, juicios y prejuicios. Aceptar la realidad sin calificarla ayuda a ampliar nuestra visión, nos libera de los filtros que nos ciegan y tiñen de deberías y no deberías la vida -imposible de aprehender-. Debemos ser conscientes de que nuestra forma de ver la realidad no es la realidad en sí y de que cada persona observa el paisaje según el mapa que ha construido del territorio a través de sus experiencias anteriores y las creencias que se han derivado de éstas o que le han transmitido. Recordar que no es completamente cierto aquello que pensamos es un esfuerzo enriquecedor porque paradójicamente permite percibir con más claridad lo sucedido.

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