VIVIR DESDE LA TERNURA
A veces, cuando me vacío de mis eternos discursos internos, me sucede algo maravillosamente sobrecogedor: veo al otro con los ojos del corazón y me comunico con él desde el alma. Es algo mágico que tal vez dura unos segundos, tal vez unas horas. Me invade una inmensa ternura que se expande por todo el cuerpo derramándose hacia al mundo como la ola del mar que llega a la orilla. Es una sensación de plenitud que me sorprende por su suave intensidad y por su efecto sanador para mí y también para quien recibe esta forma de amor que acepta sin juicios, que ama sin expectativas, que comparte sin más, que cuida por cuidar. Es la ternura con la que la madre abraza a su bebé contra el pecho y lo sostiene una y otra vez tantas veces como haga falta. Sin esperar nada a cambio amando de manera incondicional. ¿Qué difícil y qué fácil es conectar con este sentimiento? Con unas pocas personas me ocurre siempre. Con el resto depende sobre todo de una actitud: no pretender, escuchar renunciando a mis ansias de contestar, a mi deseo de tener razón, a mi afán de control, a mis ganas de ayudar. Gracias Frederic por recordármelo.
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