SOLEDAD

La primera vez que percibí la soledad de manera contundente tenía dieciocho años. Acababa de romper con mi primer novio y el dolor no me dejaba ni de día ni de noche. Curiosamente uno a veces acaba con el tiempo acostumbrándose a ese dolor pero en ese momento estuve varias semanas sin dormir y a pesar de que toda mi familia se volcó para sacarme de pozo en el que me sumergí no podían sostenerme. Recuerdo estar en el sofá de casa de mi padre ausente, abstraída completamente cuando me di cuenta de que la única que podía salvarme era yo. Podía seguir allí o salir hacia adelante. Podía optar por la locura o por la vida. Todo dependía de un pequeño hilo al que podía cogerme o no. Nacemos y morimos solos, y lo hacemos una y otra vez porque podemos compartir la vida y el dolor con los demás sólo hasta cierto punto. Por eso la amistad y el amor son un tesoro. Con ciertas personas uno es capaz de conectar incluso cuando ha pasado horas y horas encerrado en su jaula mental. Cuando veo a alguien querido sufrir me gustaría poder cambiarme por él, aunque sea por unas horas para aliviarle ese trance y no puedo. Vuelvo a entender que aquella persona está sola por mucha gente que la esté acompañando. Sin duda cada uno tiene un camino y debe recorrerlo. Basta con hacerlo. Seguramente no cabe exigirse más. Simplemente vivir. Traspasar una y otra vez. . 

Comentarios

Entradas populares de este blog

UN PASEO POR EL CIELO

SOBONFU SOME UNA DE LAS VOCES MÁS ESCUCHADAS DE LA ESPIRITUALIDAD

EL TIEMPO